Aquellos a los que nos interesa la salud, y nos dedicamos de una u otra manera a promover hábitos saludables, hemos visto que en los últimos años el campo de la alimentación ha sufrido muchos cambios… Sin embargo, me pregunto muchas veces si lo que necesitamos es cambiar o, mejor dicho… volver a los orígenes.
Una de las corrientes que más ha tomado vuelo y que cuenta con más evidencia científica que la apoye, es el movimiento “Real Food”.
Pero… ¿qué es el movimiento “real food”?
Durante muchos años, lo único que hemos hecho es contar nutrientes y calorías: ¿cuántos hidratos de carbono consumimos? ¿Cuántos lípidos podemos consumir? ¿Cuantas proteínas nos hacen falta?
Sin embargo, la ciencia apunta a que esos datos por sí solos no son suficientes para valorar la calidad de nuestra alimentación.
Hoy en día sabemos que los alimentos están formados por una compleja matriz alimentaria, la cual es saludable en su forma natural y mínimamente procesada. Las últimas evidencias científicas apuntan a que es el grado de procesamiento de los alimentos lo que repercute de manera negativa en nuestra salud.
Es por esto que nace el movimiento Realfooding, promoviendo un estilo de vida donde lo que se busca es recuperar hábitos saludables desde lo alimenticio, como lo es el de comer comida real, comida de verdad, la que hacían nuestros abuelos, evitando el consumo de productos ultraprocesados, los cuales se asocian a un entorno obesogénico.
Alimentos reales, ¿cuáles son?
Si te estás preguntando qué es la comida real, podemos decir que la misma hace referencia a aquellos alimentos mínimamente procesados o cuyo procesamiento industrial no haya empeorado o interferido en sus propiedades saludables presentes de manera natural.
Son alimentos tales como: verduras, hortalizas, frutas, frutos secos, legumbres, pescados, mariscos, cereales integrales, huevos, carnes sin procesar, hierbas, especias, semillas, café, mate, té, etc. También podemos incluir dentro de los alimentos saludables aquellos que han sido mínimamente procesados, tales como el aceite de oliva extra virgen, la comida real congelada, etc.
Sin embargo, como ya estarás sospechando, es recomendable dejar fuera del grupo “saludable” a los productos ultraprocesados que nos ofrece constantemente la industria alimenticia.
En este grupo encontramos las preparaciones comerciales comestibles que han sido elaboradas con diferentes técnicas de procesamiento, y que poseen entre sus ingredientes principales harinas refinadas, aceites vegetales refinados, azúcares añadidos (en cualquiera de sus formas), los aditivos y la sal.
Con el agregado de estos ingredientes se consiguen productos duraderos, listos para consumir, atractivos, ultrapalatables y altamente rentables, pero que si se consumen habitualmente dañan nuestra salud. La lista de estos productos es (casi) interminable.
Podemos simplificarla diciendo que incluye a los productos envasados de venta en góndola, tales como gaseosas y todo tipo de agua saborizada, galletitas, lácteos saborizados y endulzados, etc.
Lograr el equilibrio
¿Esto significa que nunca más podemos comer estos productos? No… pero sí significa que debemos disminuir su consumo. Que los ultraprocesados sean la excepción a la regla en nuestra alimentación, y no la base de ella.
Como dijo Hipócrates hace aproximadamente 2.400 años: “Que tu alimento sea tu medicina, y tu medicina tu alimento” …