Actualmente, existen dos formas de ofrecer los alimentos a los niños: el método tradicional, a través de papillas o, lo que se conoce como Baby-Led Weaning (BLW), donde los niños incorporan los alimentos sólidos desde el primer momento. Ambos métodos tienen sus defensores entre los profesionales de la salud.
La elección de uno u otro método es un derecho de cada familia, las cuales deben estar correctamente informadas para poder tomar sabiamente una decisión.
Sea cual sea el método elegido, es fundamental que los bebés cumplan con determinados hitos de maduración para poder iniciar la alimentación complementaria, los cuales se repasarán brevemente en las próximas ediciones.
¿Qué es el Baby-Led Weaning (BLW)?
El BLW es un método para la introducción en la alimentación complementaria (AC) (1) a demanda, cuyo nombre puede traducirse como “acostumbramiento a ingerir comida mediante una forma diferente al amamantamiento, dirigido por el bebé”.
Durante este proceso, autodirigido por el niño, de manera paulatina se va aumentando la cantidad de alimento sólido y disminuyendo la cantidad de leche ingerida.
El término BLW fue acuñado por Gill Rapley, matrona, nutricionista y directora adjunta de la Iniciativa Hospitales Amigos de los Niños (IHAN) de UNICEF en Reino Unido. Sin embargo, no hace más que describir un método que ha sido implementado ancestralmente por las madres al momento de alimentar a sus hijos, antes de la aparición de la multiprocesadora.
Teniendo en cuenta las últimas estadísticas que hablan de un 67% de la población argentina con problemas de sobrepeso u obesidad, nuestra invitación es a practicar el BLW-Real Food (2), para lo cual ofreceremos al niño, dentro de los alimentos permitidos, aquellos alimentos naturales, evitando los alimentos ultraprocesados, evitando el agregado de azúcar en todas sus formas a los alimentos y preferentemente evitando o disminuyendo el agregado de sal.
Practicar el BLW entonces podría resumirse como:
– Confiar en y promover la autorregulación del apetito por parte del niño. Esto implica que creemos en la capacidad innata y la autonomía del niño para elegir los alimentos y las cantidades, siendo el rol fundamental del adulto proveer alimentos saludables y seguros para que el niño elija.
La autorregulación viene incorporada en los instintos de supervivencia del bebé. Es lo que lo lleva a pedir mamar más cuando tiene hambre y dejar de hacerlo cuando se ha saciado.
Lo que intentaremos a lo largo de estos primeros años de vida es no interferir con esta respuesta de saciedad perfectamente “diseñada” desde el punto de vista biológico.
Básicamente, este mecanismo se regula de la siguiente manera: cuando el niño tiene hambre libera grelina (a nivel estomacal principalmente), lo que le indica al cerebro que se deben ingerir alimentos.
En cambio, cuando el niño se ha saciado, se libera leptina (desde los adipocitos, fundamentalmente), la cual a nivel hipotalámico inhibe el apetito. Por lo tanto, son los niños lo únicos que saben cuándo tienen hambre y cuándo no.
El adulto debe evitar forzar al niño para que coma (“el avioncito”, los sobornos, etc.). El confiar en la autorregulación implica también permitir comer al niño lo que desee (dentro de una oferta saludable, por eso es importante consultar con un especialista en nutrición y que en el hogar haya únicamente alimentos saludables y que los mismos estén al alcance del niño) y cuando lo desee (sin imponer horarios).
Los adultos hemos perdido esta capacidad de autorregularnos, y esto es debido fundamentalmente a la sobreabundancia de alimentos “sabrosos” y altamente palatables producidos por la industria alimenticia, a través del agregado de sustancias que pueden ser nocivas para nuestra salud (tales como la comida chatarra, el abuso de sal, el azúcar -adictivo- agregada a los alimentos, la grasa, el glutamato monosódico, etc.).
También influyen de manera negativa sobre la autorregulación la publicidad alimentaria, el uso de la comida como recompensa (que afecta al sistema límbico), etc.
– Permitirle al niño experimentar con los alimentos. Permitirle descubrir las distintas texturas, colores, sabores y temperaturas de los alimentos, evitando así que los niños se acostumbren a un pequeño número de alimentos y favoreciendo además su desarrollo psicomotriz.
– Respetar la madurez y los tiempos del niño, siendo él quien marque la progresividad en la introducción de alimentos. De esta manera, ocurre un destete natural, respetuoso, paulatino y progresivo.
– Introducir al niño en una alimentación saludable, evitando que su cerebro se vuelva “adicto” a alimentos excesivamente dulces, salados o con elevado contenido de grasas no saludables.
Si nosotros permitimos que el niño consuma dulces, bollería, comida “chatarra” en sus primeros años de vida, estaremos creando los hábitos (perjudiciales para su salud) que luego le resultarán muy difíciles de erradicar.
Al permitirle elegir entre un amplio espectro de alimentos saludables, la evidencia científica indica que los niños alimentados con este método tienen menores probabilidades de sufrir obesidad en un futuro, ya que educan sus hábitos de manera positiva, y desarrollan vínculos positivos con la comida, debido a que la misma jamás se usa como premio, castigo, coerción, etc.
– Es sumar al niño en la alimentación familiar. Esto tiene múltiples beneficios, como ser que si queremos que el niño coma comida real, toda la familia deberá acompañar este proceso, con lo cual se espera que ocurra una reeducación alimentaria de toda la familia.
Aquí es importante destacar que, para que este proceso sea exitoso y seguro para la salud familiar, se debe buscar el acompañamiento de un profesional de la nutrición.
Además, se promueve la presencia del niño en la mesa con los adultos, de manera que el pequeño va adquiriendo los hábitos de la familia, empapándose en la dinámica familiar. Los niños nos imitarán en lo que comemos y cómo lo comemos (uso de cubiertos).
La alimentación facilita espacios para la comunicación, ya que permite el contacto físico, visual y auditivo con la madre, el padre o la figura de apego. Las comidas tienen que ser, pues, espacios de contacto, de relación y de afecto. Es fundamental que las mismas sean entonces momentos de disfrute para todos los miembros de la familia.
(1) La alimentación complementaria se define como el periodo de transición entre la lactancia exclusiva (ya sea la misma materna o artificial) a los alimentos familiares. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), normalmente abarca el período que va de los 6 a los 24 meses de edad. – https://www.who.int/elena/titles/complementary_feeding/es/
(2) Consideramos que para tener un estilo de vida saludable, la alimentación no debe resumirse al conteo de carbohidratos, lípidos, proteínas, vitaminas y minerales, ya que la salud tiene que ver más con los alimentos, que son mucho más que la suma de sus nutrientes y calorías. Citando a Carlos Ríos, uno de los principales referentes del movimiento real fooding: “los alimentos tienen una compleja matriz alimentaria, la cual es saludable en su forma natural y mínimamente procesada. El grado de procesamiento de estas materias primas lo hemos pasado por alto, ignorando los posibles efectos que alteran al alimento y que tienen repercusión en nuestra salud…. La alimentación se ha centrado en nutrientes y calorías, en lugar de alimentos, en lugar de comida real. (…) Por todo ello, nace el movimiento Realfooding, para la defensa y divulgación de la comida real, la comida de verdad. Para la lucha contra el entorno obesogénico y la epidemia de ultraprocesados. El objetivo es mejorar la salud de la población a través de la alimentación”. – https://realfooding.com/