Actualmente y con ayuda de nuevas teorías, la noción de Inteligencia que ha primado por décadas se ha ido modificando y ampliando. Durante años hemos escuchado y creído que el Cociente Intelectual era un buen indicador para determinar si una persona será feliz y exitosa en la vida, asociando principalmente dos elementos: desempeño académico y éxito profesional. Esta mirada de la realidad resulta en la actualidad sesgada e incompleta
Hoy sabemos que las capacidades y habilidades necesarias para tener éxito en la vida van más allá del uso de la lógica y la racionalidad y que es necesario tener en cuenta una concepción más amplia de lo que son las “habilidades cognitivas básicas”. De esta forma es que surgen con fuerza nuevas teorías como la “Teoría de las Inteligencias Múltiples” De Howard Gardner o la noción de Inteligencia Emocional que popularizó Daniel Goleman.
¿Qué es la Inteligencia Emocional (IE)?
Podemos definirla como el conjunto de capacidades que permiten a la persona conocer, entender y manejar sus emociones y las de los demás, haciendo posible una sana autoestima y la construcción de adecuadas y sanas relaciones sociales.
Es fundamental favorecer la inteligencia emocional desde la infancia, de esta forma lograremos que los niños construyan un aprendizaje emocional desde los primeros años, formando una fuerte base para el dominio de las habilidades emocionales. Esto influirá en su conducta y en su pensamiento y en la forma de ver el mundo que lo rodea.
¿Cómo podemos estimular la IE de nuestros hijos?
El médico Neonatólogo especializado en Neurociencia Perinatal Nils Bergman ha investigado durante muchos años los beneficios del contacto piel a piel y los efectos negativos que conlleva no ofrecer un inmediato contacto entre el bebé y la mamá una vez producido el nacimiento.
Basado en su enorme experiencia sostiene que las bases de la Inteligencia Emocional se construyen durante los primeros 1000 minutos de vida del recién nacido. Cuando el bebé nace y es colocado sobre el cuerpo de su madre logra percibir el mundo como un lugar seguro a pesar de la brusca experiencia del nacimiento, de esta forma los circuitos neuronales de la Inteligencia Emocional comienzan a entrelazarse: la amígdala (cerebro emocional) se conecta con la lóbulo pre-frontal (cerebro social), todo en presencia de enormes cantidades de Oxitocina. Por supuesto que si por diferentes motivos este primer contacto no ha podido establecerse nunca es tarde para iniciarlo.
Desde los primeros meses de vida y durante la infancia es muy importante fomentar y estimular un adecuado desarrollo de la IE. ¿Y cómo podemos hacerlo?
- Favorecer los vínculos emocionales a través de la comunicación no verbal: contacto visual, contacto corporal, expresiones de agrado, caricias, sonrisa, lactancia.
- Fomentar una imagen positiva de sí mismo utilizando gestos (abrazos, besos, sonrisas) acompañados de palabras positivas hacia él/ella (sos muy bueno, disfruto mucho estar con vos…)
- Expresar las propias emociones y las que podemos percibir que siente nuestro pequeño, ya sean positivas o negativas (me siento triste, estoy muy feliz, creo que te has asustado, me parece que estás enojado…) Esto ayuda a reconocer y aceptar las distintas emociones.
- Dejar que nuestro niño haga cosas por sí mismo para mejorar su autoestima y seguridad. Incentivarlo cuando algo no le salga, fomentando la diversión e intentando que no vea los fracasos como un problema o como algo negativo sino más bien como un nuevo reto.
- Favorecer sus habilidades sociales intentando que el niño tenga contacto con otros pares o adultos, animándole a dar las gracias, saludar, pedir por favor…
- Evitar hacer comparaciones o etiquetarlo, el niño crea su imagen de sí mismo basándose en la imagen que tienen los demás de él, principalmente sus padres.
“Es muy importante entender que la inteligencia emocional no es lo opuesto a la inteligencia, no es el triunfo del corazón sobre la cabeza, es la intersección de ambas”
David Caruso, Psicólogo