Cuando un bebé nace experimenta un gran cambio: desde la seguridad y calidez del vientre materno debe salir y enfrentar un entorno totalmente distinto, con ruidos, luces y olores que desconoce.
Al nacer el bebé no solo tiene necesidades fisiológicas como alimento, higiene y sueño; sino que también requiere que sus necesidades emocionales sean cubiertas.
Desde la Asociación Argentina de Masaje Infantil se refieren a esta necesidad de contacto del bebé como “Vitamina T (tacto)”, justamente por considerar que un niño pequeño para poder desarrollarse armónicamente no sólo necesita alimentarse con leche sino también nutrirse de caricias, miradas, canciones, abrazos y arrullos por parte de sus figuras de apego.
Tengamos en cuenta que el sentido del tacto es uno de los primeros en desarrollarse dentro del vientre materno (alrededor de la semana 7 de gestación), ya desde ese entonces el bebé comienza a experimentar sensaciones placenteras provenientes del líquido amniótico que lo rodea o de las paredes del útero que ejercen presión ante sus cambios de posición.
Los bebés necesitan sentirse amados y deseados, necesitan brazos, besos, caricias, canciones y miradas.
Por esta razón es sumamente importante que luego de nacer el bebé encuentre calidez y contención en los brazos amorosos de mamá, que reconozca su olor, su voz. El Neonatólogo Nils Bergman afirma que “el cuerpo de la madre es el hábitat del recién nacido”, es donde el pequeño encuentra satisfechas todas sus necesidades.
Por otra parte, el sentido del tacto desempeña un papel fundamental en el desarrollo físico y mental de los bebés.
Diversas investigaciones demuestran que las caricias y el contacto piel a piel permiten a los niños recibir información del entorno y establecer gran cantidad de conexiones entre sus neuronas, por lo tanto el tacto se convierte en la primera instancia de estimulación temprana y la principal herramienta que el bebé posee para establecer vínculos afectivos con el medio que lo rodea.
Hoy sabemos que cerebro y emociones van estrechamente ligados, al punto tal que el cerebro de todo ser humano posee áreas específicas que sólo son activadas por el contacto corporal y son las que posibilitarán el desarrollo de la inteligencia emocional.
Los bebés necesitan sentirse amados y deseados, necesitan brazos, besos, caricias, canciones y miradas.
Así mismo, “el flujo automático de amor y alegría que se desencadena en la madre mediante el permanente contacto corporal con el hijo, es una amplia compensación por todas las pequeñas cosas que tal vez no sea capaz de hacer en ese tiempo”.