Para comenzar, se me ocurren dos términos que bien podríamos asociar a la palabra “PUERPERIO”.
Pensar el puerperio es pensar en Transformación y en Adaptación. Que la llegada de un bebé viene a conmover nuestro mundo no parece ser novedad para quienes ya hemos sido atravesados por la ma/paternidad. Pero detengámonos a hablar más específicamente de este periodo. Hablar de los procesos que en él ocurren favorece su visibilización y por tanto la capacidad de empatizar con quien lo atraviesa.
En psicología perinatal entendemos el puerperio como ese tiempo que transcurre desde el nacimiento del niño hasta aproximadamente los 2 años. Mucho más que los 40 días a los que hace alusión la cuarentena, verdad? Aunque son tiempos subjetivos, podemos pensar que ese es el tiempo que una madre necesita para “transformarse” y “adaptarse” a su condición de Mamá.
Cuando un bebé nace ocurren cambios bruscos en la vida individual y familiar. Por supuesto quien más encarna dichos cambios es la madre, por estar corporalmente atravesada por el puerperio y por estar su cuerpo a disposición de su niño sin limitaciones. Es un cuerpo que alojará cicatrices, marcas, molestias propias del posparto. Pero también un cuerpo nutricio. Por todo ello puede ser un cuerpo vivenciado como desconocido, e incluso como no – propio.
También el estado de ánimo se transformará, volviéndose más lábil. Puede pasarse de un estado a otro, incluso opuesto, en cuestión de minutos. Tristeza, satisfacción, plenitud, cansancio, vacío, alegría, irritabilidad y angustia, aprenden a convivir forzosamente.
Las rutinas y la cotidianeidad mutarán. La organización familiar sufre un cambio drástico. El tiempo transcurre de otro modo y parece no poseerse control del mismo. Nuevos horarios, nuevas necesidades, nuevos roles se apoderan de los ma/padres.
La sexualidad y la vida de pareja no están exentas de este proceso de cambios. Es esperable que los primeros tiempos (hasta meses) la mujer devenida madre sienta un descenso de su libido y no experimente deseo sexual. Ello ocurre por cuestiones hormonales y psíquicas, ya que la energía debe estar puesta al servicio del cuidado y conservación del niño. Experimentará, sí, necesidades de otra índole, más por la vía de la ternura. Esto implica para el compañero una gran dosis de comprensión y empatía. La comunicación es una gran aliada.
La vida social tampoco escapa a esta nueva realidad que atraviesa a los padres. La diada mamá/bebé se sumergirá por un tiempo en un estado de ensimismamiento y las necesidades del nuevo ser requerirán ser satisfechas en tiempo y forma, razón suficiente para que la vida social se vea limitada.
Sobre el final de la nota los invito entonces a pensar nuevamente en estas palabras: transformación y adaptación. Porque creo que es importante entender el puerperio como un tiempo necesario que debemos atravesar, no sin costo alguno, para internalizar un nuevo modo de vida, tanto en lo individual como en lo familiar. El puerperio será entonces ese tiempo especial que necesitamos para que ello ocurra, ese tiempo de pasaje de un estado a otro.
Cuando el proceso de separación-individuación ocurra en el binomio madre/hijo, podremos pensar que el puerperio ha llegado a su fin. Podremos recuperar algo de quien éramos, pero ya no seremos las mismas. La transformación ha ocurrido.