El llanto es una de las formas que el bebé utiliza para comunicarse, y el mismo puede deberse a necesidades físicas (hambre, frio, sueño, dolor, entre otras) o necesidades emocionales (búsqueda de contacto corporal).
Por otra parte, hay otro factor por el cual muchas veces los niños lloran, luego de descartar algún problema médico (por ejemplo reflujo), tras haber cubierto todas sus necesidades primarias y estando en brazos algunos bebés continúan llorando. Este tipo de llanto que suele ser muy intenso los primeros meses del bebé ha sido llamado “cólico del lactante” y puede durar varias horas al día.
Las causas
Las explicaciones frecuentes en relación a este tipo de llanto se relacionan con posibles factores físicos tales como dolor abdominal, sin embargo la mayoría de las investigaciones han concluido que aquellos bebés a los que se les ha “diagnosticado” cólicos del lactante no muestran nada irregular en su aparato digestivo, y por ese motivo es necesario considerar las posibles causas emocionales de este llanto.
Los bebés son extremadamente sensibles y se estresan con facilidad. Un bebé que no ha podido experimentar contacto inmediato con su mamá luego de nacer puede necesitar llorar por muchos meses para lanzar fuera de su organismo el dolor emocional causado por una experiencia tan confusa y aterradora.
Así mismo, un bebé que ha estado expuesto a la presencia de mucha gente en un evento familiar, pasando de brazo en brazo, con luces y sonidos que le son desconocidos puede también necesitar llorar una vez que todos se vayan y se reencuentre en la intimidad con los brazos de su mamá.
El bebé necesita proximidad y atención cuando está llorando, y no es recomendable que lo dejemos solo
Un niño que intenta alcanzar un nuevo hito madurativo y no lo logra (gatear, caminar) puede necesitar al final del día expresar su frustración llorando y gritando antes de calmarse y dormir plácidamente.
El llanto y las rabietas son recursos biológicos y neurológicos con los que cuenta el bebé para liberarse de los efectos de la tensión. Las investigaciones han demostrado que cualquier persona de cualquier edad se beneficia de un “buen llanto”, y que las lágrimas ayudan a restaurar el equilibrio químico del cuerpo afectado por el estrés.
A pesar de toda la información de la que hoy se dispone aún es frecuente escuchar frases del estilo “tenés que dejarlo llorar para que aprenda a calmarse solo”, incluso aún siguen en vigencia métodos para “enseñar a dormir al bebé” que se basan en ir aumentando en forma progresiva el tiempo de llanto del niño antes de ofrecerle consuelo.
Las investigaciones afirman que cuando un bebé llora sin que sus padres lo consuelen sus niveles de estrés aumentan. Cuando esta situación es frecuente y repetitiva los altos niveles de hormonas estresantes podrían generar daños en su sistema nervioso central, en su crecimiento y en su capacidad de aprendizaje. Además, cuando estas desregulaciones emocionales se hacen frecuentes en la infancia puede generar efectos en la vida adulta, tales como tendencia a la depresión, a la ansiedad o a la violencia.
El estrés que produce un apego inseguro rompe el funcionamiento emocional, compromete las habilidades sociales y puede promover una inclinación emocional permanente hacia una actitud de auto-defensa ansiosa.
Acompañar… y no distraer
El bebé necesita proximidad y atención cuando está llorando, y no es recomendable que lo dejemos solo. Es importante que demos espacio y tiempo para que el llanto transcurra en vez de por ejemplo distraer al niño con un juguete para que deje de llorar, ofrecerle un dulce, el chupete o cualquier otro tipo de recompensa con la finalidad de que el llanto termine de inmediato
Aunque nos sintamos impotentes e inútiles sosteniéndolo mientras llora, estamos brindándole el apoyo emocional que necesita en ese momento. Y si en ocasiones sentimos que no podemos tolerarlo, es muy válido pedir toda la ayuda que nos puedan ofrecer.
¡Cuéntennos sus experiencias y también sus dudas!